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Otras causas de la movilización en Estados Unidos

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Otras causas de la movilización en Estados Unidos evidentes en una sociedad cuyas élites niegan, temen y odian la inconformidad social.

Otras causas de la movilización en Estados Unidos tienen que ver con la memoria y la historia. Sí, algunas pueden haber surgido de los momentos presentes. Pero, en su mayoría, se trata de fenómenos enlazados con los albores de la propia nación.

Vamos a darle ahora una mirada a los eventos de los últimos días en Estados Unidos. En realidad, al desbarajuste desencadenado a raíz del asesinato de George Floyd, un ciudadano negro, en Minneapolis, Minnesota.

#Trasfondo 02: Otras causas de la movilización en Estados Unidos

La manida manipulación

Comienzo por referirme a ciertos elementos que se aprecian en el manejo dado por grandes medios y algunas redes sociales al tema. Aspectos que llaman la atención, y que tienen que ver con estrategias de manipulación de la información y la opinión. 

Los grandes despliegues informativos de los medios occidentales, por lo general, están orientados a ocultar. No a mostrar. O llaman la atención sobre las cosas accesorias, sensacionales, antes que sobre las estructurales e importantes para una sociedad. Desvío del interés público.

Asunto en el que los medios dominantes estadounidenses son buenos. Se trata de una práctica en la que llevan siglos de ejercicio, y décadas de perfeccionamiento. 

¿Recuerdan a Charles Foster Kane? El Ciudadano Kane (Citizen Kane, 1941), la clásica película de Orson Welles, da una idea del intríngulis. De los tejemanejes en un ámbito mediático que, en esencia, en casi ocho décadas, no han cambiado tanto. Otros soportes, nuevas plataformas, distintos apelativos, e idénticos usos y mañas.

Tampoco es porque sí. Ni siquiera se debe a que el tratamiento sensacionalista incremente ventas o audiencias. Algo que podría ser relevante en un entorno de competencias empresariales y de búsqueda desesperada de ganancias.

En realidad, esas maniobras informativas, esa proliferación de primicias banales, apuntan a algo más monumental que el lucro inmediato. El viejo concepto de la proporcionalidad inversa, por partida doble.

Entre más insustanciales son los mensajes, que precisamente por eso despiertan la curiosidad y se propagan más, menos cuidado tienen los asuntos que merecen la pena.

Las agendas informativas de los grandes medios desvían la atención de los temas que tocan los intereses particulares detrás. Una razón, tan simple, como rotunda. Intereses que corresponden a exorbitantes poderes corporativos. 

Una imagen del imaginario

Ese es el verdadero trasfondo de los cacareados empujes económicos. Bien sea de las emboscadas financieras, los feudos políticos o las armazones legales. Los grandes medios, en el caso de las protestas por el asesinato de Floyd, son prolíficos al mostrar el alboroto, los saqueos, los daños. Pero nunca van más allá. 

Se reflexiona poco o nada acerca de los móviles profundos de esas manifestaciones y de la inconformidad exacerbada que se expresa. O se hace a partir de premisas erróneas, o siguiendo rumbos mal encauzados.

Lo sucedido es algo más que el asesinato de un hombre negro bajo las rodillas de unos policías brutales. Es la expresión de percepciones larga y premeditadamente instauradas en muchos estadounidenses. Una mentalidad que ha sido guiada y acostumbrada a desconocer, temer y odiar. 

Tres mecanismos magníficos de control de los que se valen las élites y la dirigencia. Y que son una estrategia para mantener y ampliar poder y riquezas. No hay duda de que siempre les ha funcionado, desde los albores mismos como nación.

David Wark Griffith es un cineasta estadounidense que le aportó tanto al séptimo arte como al racismo, a la idea de la supremacía blanca y al Ku Klux Klan. En su película El nacimiento de una nación (The Birth Of A Nation, 1915) hace patente cuánto estaban entroncados esos elementos retorcidos en los ánimos de muchos estadounidenses. La cinta cumple con la tarea de afianzar tales sentimientos.

Los mismos que, un siglo después, hicieron dable la presidencia de Donald Trump, y que quizás incidirán en su caída. Hay que ser lo suficientemente crédulo para confiar en que las pasiones que movieron a una población a favor de Trump, en noviembre, la movilicen en contra.

Un déficit de la diferenciación

Asistimos a un individualismo exaltado en el que las relaciones se enmarcan a partir de las diferencias y donde el otro es un ente recubierto con arquetipos morales adversos. El negro, el indio, el latino, el chino, etiquetados como delincuentes, ladrones, espías o malvados.

Una sociedad aferrada a un tiempo, unos ingresos y unos niveles de vida perdidos, que teme y odia. El racismo como la exteriorización ancestral de una conjugación antigua de miedos y odios implantados con habilidad desde arriba y repartidos abajo con fervor.

La educación, las leyes, la moral, las instituciones, y Hollywood. El conjunto se ha encargado de esparcir y afianzar los rencores y desprecios en el seno de capas idénticas de la población. Las cuales, claro está, han terminado convencidas de que son peculiares, e incluso opuestas o superiores a las demás. O sea, a sus imágenes en el espejo.

Las percepciones ilusorias se asientan en los anodinos rednecks, en blanquitos domesticados y quebrados por las incorpóreas (pero voraces) élites (mafias) económicas. Por los señoríos políticos de Washington, o por los especuladores financieros de Wall Street.

Las ideas de la diferenciación se instauran en la clase media, siempre temerosa, al igual que la de cualquier parte, de perder lo que no tiene. Dispuesta, invariablemente, a odiar a otras víctimas a cambio de mínimas prebendas, ventajas ficticias y orgullos estúpidos.

Otras causas de la movilización en Estados Unidos

Se tiende a pensar que el racismo es algo connatural a algunos pueblos, sobre todo, en el caso de Estados Unidos, donde tal exacerbación está en la base de la conformación como país. En particular, de sus avances en el marco del sistema capitalista, y como potencia mundial.

Una perspectiva que no tiene mucho que ver con la realidad histórica. En los preludios de ese desarrollo, tanto los esclavos negros, como los esclavos indios y blancos, padecían codo a codo las penurias y los oprobios. Hasta huían juntos cuando se les presentaba la ocasión. 

Todos, al fin y al cabo, y de forma similar, eran excluidos por las nacientes castas de poder, que, entre más acrecentaban sus riquezas, se volvían más afanosas por controlar a esclavos y empobrecidos.

La activación de los mecanismos de defensa por parte de unas élites metamorfoseadas en mafia sy pandillas conlleva fuertes injusticias y una mayor tiranía. No se atienden los clamores: se prohíbe, somete y castiga. He ahí otras causas de las escapadas en el pasado, y, en la actualidad, otras causas de la movilización en Estados Unidos.

De otro lado, era notoria la atracción sexual entre razas, la cual escandalizaba a las élites puritanas. Así consta en los documentos de la época. 

En Virginia y las Carolinas, en Maryland, Pensilvania y Boston, en muchas colonias y ciudades, la preocupación de la dirigencia era la posible unión entre indios, esclavos negros y blancos pobres. Y del surgimiento de una causa común entre los dos últimos. Una amenaza real.

La inexistencia de aversiones primarias, connaturales, de cualquier tipo, se constata en que ese temor de las élites fue persistente en distintos momentos y lugares. El racismo fue la estrategia definida para espantar los riesgos de la insurrección conjunta. 

Uno de los tantos mecanismos de segmentación social que operan desde entonces. Y que, siglos después, sigue siendo funcional para los poderes establecidos en los distintos niveles. Ojalá, sólo hasta ahora. Ojalá que algo haya cambiado.

A la espera de una esperanza

Si bien la estrategia de las élites continúa siendo idéntica, en algunas bases sociales, por lo menos en las que se han volcado en esta oportunidad a las calles, se contempla una formidable mezcla racial. Ha habido una cuantiosa presencia de estadounidenses blancos, algo inconcebible poco tiempo atrás.

El columnista Jeet Heer, lo señaló hace poco en The Nation: “en 1968, la América blanca no soportó las protestas afroamericanas por la violencia policial y el racismo. Este año, las cosas son diferentes”.

Las cosas son diferentes, según se aprecia. Y el asesinato de Floyd, esa exhibición de odio y racismo registrada en el video, ha sido el detonante de una molestia social acumulada. La exasperación recóndita y entrecruzada por olvidos y negaciones. No sólo la población negra es invisible, oprimida. Lo es por igual toda la población pobre.

En el país de la democracia sólo la exclusión y las necesidades se reparten de manera equitativa, e independiente de los tonos de la piel, procedencias, creencias religiosas, ideologías u oficios. 

Un sistema que es muy bueno para no llamar las cosas por su nombre, donde las privatizaciones (buenas para unos pocos) han sido privaciones (para casi todos). La educación, adoctrinamiento. La seguridad, coto de caza. La justicia, una diosa vendada y un derecho vedado. La libertad, una estatua regalada por Francia.

Pareciera que los ciudadanos estadounidenses, tres siglos más tarde, reconocen las tácticas acostumbradas de los colonos blancos pudientes. Esos que los han dominado para asegurarse su mano de obra y la sumisión: una siembra de odios, miedos y racismo que no es sino desunión en los estados de la mal llamada Unión Americana.

Referencias cinematográficas

Citizen Kane. 1941. [Cinta cinematográfica] Dirigida por O. Wells. EE.UU.: RKO Radio Pictures, Mercury Productions. (Visualización en español).

The Birth Of A Nation. 1915. [Cinta cinematográfica] Dirigida por D. Griffith. EE.UU.: David W. Griffith Corp. Epoch Producing Corporation. (Visualización en idioma original).

juan-alberto-sanchez-marin-gravatar

Periodista y director de cine y tv colombiano. Exconsultor N. U. en medios. Catedrático universitario. Productor de programas en HispanTV, RT, TeleSUR, Señal Colombia. Analista internacional. Director dXmedio.

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