Biblias para un golpe de Estado en Bolivia explica en gran medida lo ocurrido en Bolivia, donde los golpistas utilizaron elementos simbólicos religiosos. Biblias, crucifijos e imágenes religiosas contra la wiphala, bandera representativa de los pueblos originarios, pero también símbolo patrio desde 2009. Junto al enfrentamiento en las calles, se desarrolla un concurso de símbolos. Por supuesto, fue absurdo y manipulador.
Uno más de los impresentables sucesos de los que está repleta la historia del país, que llevaron al derrocamiento del presidente constitucional, Evo Morales, y que contaron con la connivencia e intrigas de Luis Almagro.
Conspiración para delinquir
El de Bolivia fue un golpe de Estado de bandidos y superhéroes impactantes. De comerciantes que se creen cruzados y militares que proclaman al Dios de Israel como su comandante general. Pero no un dios cualquiera, sino Jehová de los ejércitos (Isaías 37:16). Específicamente, Jehová Gibbor.
Un «Macho Camacho» (personaje de guaracha puertorriqueña), un Carlos Diego (personaje de telenovela mexicana), un Kalimán (personaje de dibujos animados). Y un Barrenechea (que lloraba porque su policía golpista descontrolada podía verse arrollada por las víctimas).
El político de extrema derecha, Luis Camacho, ha sido el principal impulsor de un golpe de Estado. Un individuo aguerrido que se escuda en la acusación de un fraude que nunca demostró en una contienda electoral en la que no quiso participar. Pero Camacho no está solo en esta conspiración para delinquir.
Biblias para un golpe de Estado
Camacho es grotesco. El típico tipo corriente y con dinero que haría reír a la gente si no fuera por la aterradora aventura que implican sus convicciones e ideología para el país. Para las mayorías indígenas, por supuesto. Alguien cuyo ansia de poder está tan mal disimulada detrás de la voluminosa Biblia que lleva como evidente frente a las cámaras.
Jeanine Áñez, otra política de derecha, ultraconservadora y ventajosa, hace uso de su voluminosa Biblia para aparecer en primera línea de fotos y poder. Por medio de su ejemplar de las Sagradas Escrituras, esta política menor muestra una santidad que no tiene y se erige como una fuerza política autorizada. El libro de la «inspiración divina» sirve para homologar su golpe infernal.
En ningún lugar del mundo, al menos durante este siglo, Jesucristo, la fe, las iglesias, la simbología religiosa y los credos han sido tan manipulados y utilizados como recurso político para enfrentar a los ciudadanos de una misma nación.
Algo inaceptable, como lo señaló la Alianza Cristiana de Iglesias Evangélicas de Argentina (Aciera), que agrupa a más de quince mil iglesias, en un comunicado emitido ante la crítica situación, particularmente en Bolivia y Chile (Infobae, 14 de noviembre de 2019).
Mesa sin manteles
Carlos Mesa, el otro opositor al golpe, dijo que no reconoce la legitimidad de la candidatura de Evo Morales, pero participó en la disputa electoral. Como él mismo y todos sabían de antemano, incluidos los encuestadores contratados, perdió.
Se dedicó entonces a exigir cosas inauditas, que, insólitamente, fueron concedidas por el Gobierno. Y que, a medida que le fueron concedidas estas pretensiones, él, una a una, las rechazó. Negación tras negación dejó claro que sus propósitos no eran otros que apoyar el golpe de Estado.
Mesa pidió una auditoría internacional y cuando la obtuvo no la aceptó. Exigió una segunda vuelta, lo que rechazó cuando el presidente Evo admitió incluso la insostenible opinión de la OEA. Finalmente, con demora, como es habitual, se sumó al llamado a la renuncia del presidente legítimo.
Y Mesa calla
Mesa volvió a exhibir aquello que lo distinguió en sus días de presidente efímero: la personalidad indecisa a la que las certezas le llegan tarde. De esta manera, el mediocre candidato empañó aún más la mala imagen de expresidente ganada con su mediocre gobierno de carambola y tercera categoría.
Un paceño ventajoso que regresó del descrédito para desempeñar el papel de idiota útil de los peligrosos intereses cruceños. Y quien será pronto el molesto mueble viejo que Camacho y la Medialuna dejarán a un lado. Por el momento, ya le desocuparon varios cajones.
Ante la renuncia forzada del presidente, el vicepresidente y la cúpula del gobierno, Carlos Mesa no supo qué decir ni qué pedir. ¡Cómo podría saberlo! Su copia incompleta del guión proporcionada por Washington apenas llegó tan lejos.
Las usachas de Camacho
Pero Camacho sí lo sabía y lo dijo: “Mesa busca’ su propio interés. Es decir, la segunda vuelta, que dejaría fuera a Camacho… Nosotros («yo»), dijo Camacho, «queremos un nuevo proceso electoral» (o sea, otra elección en la que él pueda participar). Y quizás participe, porque, aunque dice la verdad, miente: es cierto que no ha sido político, al menos no en el sentido común del término.
No era un político porque un individuo incapaz de aparentar la bondad que le falta, todavía no es un político. Aunque se esfuerza notoriamente por encubrir sus depravaciones. Es más, sin partido ni seguidores, sin seguidores en Twitter ni poder de convocatoria. Y sin confiabilidad ni carisma.
Sus ocupaciones multifacéticas como empresario estafador y líder fascista, contrabandista de armas y mafioso seguramente no le han permitido hacerlo. Ni sus violentas operaciones como supremacistas, racistas, separatistas, falangistas tardíos, terroristas y paramilitares. Éstas no son afirmaciones ligeras mías. Un vistazo a Google basta para comprobarlo. Abundan las reseñas de sus acciones y testimonios en primera persona que muestran su carácter.
Por supuesto, no es nada que no se pueda solucionar en un abrir y cerrar de ojos. Unos pocos donantes de ideas, fondos y estrategias son suficientes. Como USAID, tal vez, o multinacionales voraces, como Chevron, ExxonMobil.
Tampoco es nada que no se pueda encubrir debidamente mediante organizaciones como la OEA o el cartel de Lima. Y, sobre todo, como el Ustashe del alma y de las armas, el croata Branko Marinkovic. Si se mantiene la actual toma de autoridad, Bolivia sin duda caminará sobre la cuerda floja del fascismo.
Hablar no cubre palabras
Los comités cívicos piden ahora una transición democrática. ¡Que broma! Primero: ¿qué carajo creen que significa la palabra civismo? En lo que dice el diccionario de la RAE es el celo por las instituciones e intereses de la patria. O se refiere al comportamiento respetuoso del ciudadano con las normas de convivencia pública.
Como demuestran, incluso, aquellos medios que muestran su afán por limpiarles la cara, los chicos cívicos de Santa Cruz y del resto de la Medialuna no son tan afables como los retratan. De vez en cuando, dan muestras desenfrenadas de su vandalismo, racismo, destrucción y violencia.
Segundo: ¿adónde carajo se fue eso que llaman democracia, que aquellos que han ejecutado un golpe antidemocrático y feroz ahora están abogando por una transición democrática? La democracia es una calle de sentido único: del centro (derecha) a la ultraderecha. Todo vale para que las sociedades avancen en esa dirección, desde asesinatos y sabotajes, hasta masacres y golpes de Estado.
Los criminales son los grupos que intentan imponer el voto popular sobre las brasas de la democracia de papel recientemente quemada. Las protestas contra la flagrante usurpación del poder en el país se denominan «actos de vandalismo».
La OEA ataca
Por mucho que los discursos lo nieguen, los grandes medios lo disfracen o los expertos lo disculpen, el golpe contra Evo fue un golpe de Estado descarado. Y fruto de la brutal injerencia de Estados Unidos.
Una desestabilización alentada y financiada por la tríada de senadores estadounidenses con alias latinos: Ted Cruz, Marco Rubio y Bob Menéndez, y los secuaces diseminados por toda la región.
Las razones del descontento nunca fueron ciertas, ni los instigadores de la revuelta contra el orden legal y constitucional fueron dignos de hechos o pruebas. En ningún momento importaron los detalles de un fraude inexistente, ni importó que se revelara la falsedad de las acusaciones.
Utilizaron una represión brutal para silenciar los inconformismos y elementos religiosos para enmascarar sus intenciones. Biblias para un golpe de Estado, nada más y nada menos.
La precipitación de los hechos giró en torno a la capacidad de desencadenar la ruptura del orden vigente a partir de escenarios simulados y realidades medio disfrazadas. Una táctica que, cuando no funciona, pone en apuros a sus perpetradores, como en el caso de los gobiernos de Chile y Ecuador, y que, si funciona, derroca presidentes y estructuras en cuestión de días, como en Bolivia.
Los pronunciamientos de la OEA ejemplifican que las cifras y los resultados auténticos carecieron de relevancia. Lo innegable es que en un informe la propia organización señala que la victoria de Morales en la primera vuelta electoral no sólo era posible, sino probable. Y se pronunció en sentido contrario a sus propias conclusiones, recomendando («sugiriendo») nuevas elecciones (CEPR, 10 de noviembre de 2019).
Ver también
La tiniebla encendida en Bolivia: reanudar el pasado
Biblias para un golpe de Estado.
La firmeza frágil del Gobierno de Evo Morales.