Colombia

Nuevos abusos de varios siglos contra indígenas colombianos

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Nuevos abusos de varios siglos contra indígenas que son invariables en Colombia. Despojo de tierras, masacres y exterminio de comunidades.

Nuevos abusos de varios siglos contra indígenas similares a lo largo del tiempo. Asesinatos, masacres, despojo de tierras y el exterminio son prácticas criminales que soportan estas comunidades. La solución para las matanzas no es aumentar el pie de fuerza militar. Menos aún cuando la acción se encamina a reprimir a los desposeídos, más que a evitar los ataques.

Inversión social en armamento

Las providencias de coyuntura que se aplican cada tanto como soluciones definitivas no son sino nuevos componentes de la vieja receta que tiene al departamento del Cauca, en el suroccidente colombiano, como lo tiene. Es decir, sumido en la desgracia.

El presidente Iván Duque Márquez, al concluir la sesión de trabajo sobre el Plan Social del Cauca, hace unos días, advirtió como una novedad que el narcotráfico es el enemigo y el que mata a líderes sociales e indígenas.

Aclaró algo que muchos colombianos no teníamos idea que el presidente sabía, no por inquina con él (que no la hay) ni por resquemores hacia su partido (que sí los hay). Apenas porque así lo ha mostrado y demostrado su Gobierno con la notoria inacción.

Dijo el presidente que el fenómeno (de la violencia en el Cauca), aparte de la Seguridad y la Justicia y todo ese cuento impropio, «se enfrenta llegando a los territorios con estas iniciativas sociales, con estas alternativas productivas» (Presidencia de Colombia, 2019).

Gracioso que el primer mandatario colombiano prometa ese tipo de inversión, mientras arriban cargamentos de tropa y armas. Un ofrecimiento que nunca cumplirá, pero hasta una mentira es algo.

A los indígenas del Cauca, de siglo en siglo, les han propinado muchas esperanzas mediante copiosas promesas. Han de aguantar en pie una de más.

Nuevos abusos de varios siglos contra indígenas

Hasta el rey Fernando VII les concedió, generosamente, parte de las tierras que él mismo había ordenado quitarles. Simón Bolívar expidió varios decretos a su favor. Pero no se supo cuánto los hubieran beneficiado porque jamás se formalizaron.

José Hilario López los ilusionó con la abolición definitiva de la esclavitud, en 1851, lo que en verdad fue un cambio de nombre y el origen desde el Cauca de una de las nueve guerras civiles nacionales del XIX.

Tomás Cipriano de Mosquera les otorgó tierras de terratenientes que les arrebataron sin llegar a pisarlas. Álvaro Uribe prometió no matarlos y… Bueno, el repertorio al respecto es amplísimo.

Los nuevos abusos contra los indígenas tienen poco de recientes. Los de último momento llevan décadas; los acostumbrados, siglos. Son los nuevos abusos de varios siglos contra indígenas en Colombia.

Medios y desmedros

Los grandes medios, cuyos dueños no salen ilesos del entrecruzamiento de intereses involucrados, abordan las masacres indígenas con sensacionalismo, mientras que los asuntos de fondo pasan desapercibidos o son retorcidos.

Los periodistas, a voluntad, a conveniencia, por miedo o salubridad, rehuyen coberturas y contextos en una sociedad acostumbrada durante décadas a mirar para otro lado.

La sociedad que olvida en cuanto puede lo que medio le muestran esos medios o que ve de plano a través de la ventana. Esa parte de la sociedad que de vez en cuando sale a las calles para atenuar los pecados de la indiferencia y el silencio. Y menos mal que lo hace.

El derecho a la rabia

Con su natural agudeza para nombrar las cosas, la escritora Carolina Sanín señaló en relación con la marcha del 21 de marzo de 2019: «El paro programado con dos semanas de antelación es un chiste de sumisión. ¿Es posible que no se den cuenta?» (Facebook). Ojalá que fuera que no se dan cuenta.

Pero, pese al escepticismo logrado con harto esfuerzo, hay que marchar. Por las calles, las plazas, las vías del país. Con cantos, con gritos. Pintados o disfrazados.

Que las ineptas autoridades vayan prestas a ponerles bozales a sus SMAD. Que hagan su trabajo y fichen a saboteadores, violentos, matones. Mejor dicho, que identifiquen a los infiltrados que ellas mismas infiltran.

Y que no saboteen las manifestaciones democráticas y constitucionales de los ciudadanos. Que tienen variadas razones para quejarse y miles para protestar contra un presidente que acentúa las desgracias.

Marchar, protestar, movilizarse por las miles de razones personales, grupales, gremiales, sindicales, sectoriales, en fin, o para expiar cualquier culpa, Hacerlo por los alicientes y las reivindicaciones comunes.

Y para exteriorizar esa rabia contenida contra los atropellos y la represión del actual Gobierno. En contra de los abusos perpetrados a nombre de una institucionalidad pervertida y secuestrada por sujetos sin escrúpulos.

Cuando no morir a tiros es una gracia

Marchas por la vida, la paz y contra la muerte, que se justifican sólo por asustar tanto a un Gobierno al que le importa tan poco la vida de los gobernados. Y nada la muerte ni las matanzas de etnias y poblaciones que considera prescindibles; estorbosas, más exactamente.

A pocas personas les atañe la suerte de unos seres humanos a los que la historia niega, la educación excluye, las leyes menosprecian y los medios de comunicación vuelven invisibles.

En especial, en un país preocupado por la subsistencia de cada día. Por crianza: cada cual a lo suyo. Por cultura: cada quien como pueda. Y por un egoísmo genérico.

Hay una merced por la que los colombianos, al acostarnos, deberíamos hacerle un reconocimiento expreso a Dios, al destino o a lo que sea que se le tenga fe: la gracia de no haber muerto de hambre o a tiros durante el día que acaba de pasar. La noche que llega ya será harina de otro costal.

El mundo es ancho y no tan ajeno

Lo que no se considera es que esos indígenas a los que nadie defiende porque no importan, porque están ¿a buen recaudo? en sus resguardos carcomidos, los matan, justamente, por asumir causas que nos benefician a todos.

Y, si somos rigurosos, empeños que le hacen más bien al resto de los colombianos que a ellos mismos.

Por ejemplo, la defensa del Macizo Colombiano, cuya relevancia es de las pocas cosas ciertas que aprendemos desde la escuela. La Estrella Fluvial de Colombia, que abastece al 70% de los acueductos del país. Y de la que depende buena parte de la energía que nos mueve. Ni más ni menos.

Los indígenas del Cauca luchan a muerte por el agua que bebemos quienes los miramos con ese estúpido aire de superioridad que otorga la pertenencia a las manadas citadinas, y tener la piel, quizás, ligeramente menos teñida, o sea, más débil.

Ellos luchan por territorios exentos de glifosato; desocupados de coca, azúcar, marihuana, mercurio, cianuro y arsénico. Se le plantan a las balas porque quieren regiones limpias. Sin tala de bosques para sembrar pino, palma africana y caña, ni destrucción de la tierra ni más saqueo. Territorios libres de balas, muertos, y de Sarmiento Angulo.

¡Vaya empeños tan insustanciales y ajenos aquellos de los que depende la perduración de nuestros hijos y nietos y país!

Referencia

Presidencia de la República de Colombia. (2109). Declaración del Presidente Iván Duque al término de la sesión de trabajo sobre el Plan Social del departamento del Cauca. 4 de noviembre.

Ver también

Muerte a indígenas.

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Periodista y director de cine y tv colombiano. Exconsultor N. U. en medios. Catedrático universitario. Productor de programas en HispanTV, RT, TeleSUR, Señal Colombia. Analista internacional. Director dXmedio.

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