Libertad de estar conformes: censura a medios independientes, la contradicción profunda entre la prédica y los hechos. Libertades de pregón; silencio y cárceles como materialidad.
En las confluencias del mundo contemporáneo, cada vez es más indisoluble el progreso tecnológico de la robusta industria militar. Las herramientas milenarias de la muerte cambian los nombres, traen nuevos asombros, pero las intenciones y usos varían poco.
Las grandes redes tecnológicas tienen los hilos de propiedad entrecruzados con la gran banca y los servicios financieros globales; las calificadoras de riesgo; los mayores proveedores de servicios de Internet y los medios de comunicación dominantes.
Los poseedores, sin cara ni señas particulares, corresponden a unos pocos fondos y gestores de inversión (The Vanguard Group, BlackRock o Blackstone, por ejemplo).
Lo imperioso del imperio
El Imperio romano, pese a que los historiadores no se ponen de acuerdo, tardó por lo menos dos o tres siglos en caer. Hay quienes hablan del milenio entero.
El Imperio español se demoró casi otro tanto en darse por enterado de que hacía dos siglos que había dejado de ser imperio. Así, o algo parecido, aconteció con los restantes poderíos de las épocas pasadas.
Debe asustar a los estadounidenses divisar a través de los ventanales, mañana tras mañana, los indicios inconfundibles de la declinación. Cuánta la angustia, además, al advertir que ahora las cosas no se toman siglos para acontecer. Hasta los procesos paulatinos marchan hoy en día de prisa.
En ese contexto perturbador, las diatribas por Twitter de Trump contra Google son sólo la punta de un iceberg. Los mensajes «colados» de un maremágnum intenso de impaciencias, capitales huidizos, grupos de presión.
¿Un asomo del terror a perder la hegemonía? Desde la doctrinaria (Destino Manifiesto), hasta a la fiduciaria (el dólar). En un ambiente con dirigentes de posturas políticas y sociales en apariencia enfrentadas. En apariencia, porque a la hora de la verdad pareciera que no lo son tanto.
El colaboracionismo denunciado por Snowden
El general Joseph Dunford, presidente del Estado Mayor Conjunto estadounidense, hizo comentarios similares a los de Trump. Ante el Congreso, el militar expresó su preocupación porque “socios de la industria” están en China. En desarrollos que representan “un beneficio directo para los militares chinos” (NBC News, 2019).
Durante una audiencia reciente del Comité de Servicios Armados del Senado, el republicano Josh Hawley, también criticó con dureza a Google. Se refirió a la compañía como «una empresa supuestamente americana” (NBC).
Unas críticas, en todos los casos, inauditas. Dirigidas contra un conglomerado colaboracionista con los propósitos (despropósitos) de dominio del sistema. Como, por ejemplo, la compleja red de vigilancia mundial, a cargo de la Agencia de Seguridad Nacional (NSA).
En este empeño trabajan las agencias de inteligencia de Estados Unidos y sus aliados. Su existencia y actividades fueron reveladas con detalle en los documentos filtrados por Edward Snowden.
¿Será que los trinos de Trump contra Google no se diferencian de la media y señalan todo lo contrario de lo que dicen?
Tal cual, los efectuados contra Jeff Bezos y Amazon, materializados (premiados) con contratos multimillonarios. O los de alabanza hacia Assange durante la campaña, recompensados con el acoso brutal y la lavada de manos después desde Presidencia (VOA, 2019).
De Google y otros demonios
La presión interna hizo que Google, al parecer, diera por concluida su participación en el proyecto Maven, cuyo contrato venció en marzo pasado.
Más de 3100 trabajadores firmaron no hace mucho una carta de protesta. “Por la participación de la empresa en un programa del Pentágono que utiliza inteligencia artificial para interpretar imágenes de video». Un avance que podría ser utilizado «para mejorar los objetivos de ataques con drones» (The New York Times, 2018).
La carta, según puede deducirse, indica que un número importante de empleados se preocupa por el tipo de decisiones aventuradas de Google LLC. Específicamente, de Alphabet Inc., el consorcio del que Google es subsidiaria.
Con más veras, cuando en la misiva se evoca el lema gremial de la empresa. Don’t Be Evil (no seas malvado). Una consigna mordaz para una corporación todopoderosa del ámbito tecnológico, cada vez menos diferenciado del plano armamentístico.
Puede que Google, de otra parte, no suministre inteligencia artificial para el Pentágono a través del Proyecto Maven. “Pero la compañía avanza en otras iniciativas que podrían apoyar las operaciones militares” (C4ISRNET, 2019). Y que involucran de lleno la IA.
Así lo manifestaron, en una entrevista para un medio afín a C4ISRNET (2019), dos altos exponentes de las armas y la tecnología. Me refiero a Steve Walker, director de la Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa de los Estados Unidos (DARPA), y a Vint Cerf, Vicepresidente de Google y uno de los “padres” de Internet.
Cómputos de plomo
Una mención breve de los negocios sobre la mesa de la alianza estrecha entre los generales del Pentágono y los soldaditos de plomo de Silicon Valley. Porque los negociados de verdad, los de grandes proporciones y desmesurado alcance, se transan bajo la mesa. Son clasificados.
De igual modo que ahora no sólo son censurados los canales internacionales iraníes HispanTV y PressTV, tampoco será sólo Google la corporación que emprenda tales agresiones. Vendrán nuevas de Facebook. Y de su WhatsApp, Facebook Messenger e Instagram. O de Amazon, Twitter, Microsoft (y su Skype), Apple, etc.
De manera continuada, sostenida o en interrupciones reiteradas que implicarán inseguridad y molestias. Para entorpecer la presencia y la solidez creciente de la palabra discrepante, todas las estrategias resultan válidas.
Las megaplataformas, al hacerlo, tienen mucho que ganar. Y las pequeñas compañías (las startups), en el poco tiempo que les quede de subsistencia autónoma, mucho que perder.
Amazon y Microsoft, por ejemplo, puntean en la pelea por un contrato a diez años, por diez billones de dólares. El proyecto JEDI (Infraestructura de Defensa Empresarial Conjunta, por sus siglas en inglés). Una iniciativa “destinada a servir como repositorio de datos primarios (del Departamento de Defensa) para los servicios militares en el mundo” (Fortune, 2019).
Tantos que son dos o tres
Todas las grandes compañías tecnológicas tienen negocios en marcha y en proyección con las diferentes fuerzas militares estadounidenses. En las áreas existentes, y con la gallina de los huevos de oro espacial, adonde apuntan contratos multimillonarios y billonarios.
Porque todas estas redes tienen los hilos de su propiedad entrecruzados. No ya entre ellas, sino con todos los grandes negocios y negociantes. Con la gran banca y los servicios financieros globales, las calificadoras de riesgo. Los mayores proveedores de servicios de Internet y los medios de comunicación dominantes.
Los poseedores, sin cara ni señas particulares, corresponden a dos o tres fondos y gestores de inversión. Digamos, The Vanguard Group, BlackRock o Blackstone.
Quieren y pueden, y lo requieren
Podría creerse que se trata de que Google atiende los trinos de Trump. Y que entonces censura con diligencia las voces oriundas del país hacia el que su administración ha enfilado las baterías de ataque.
Algo que nunca se reconocería. Que puede ser, por qué no. Hablamos de capitales considerables para un gigante tecnológico al que sólo se puede mantener vivo inyectándole usuarios y contratos. Es decir, materia prima y fondos.
No son sostenibles las razones que Google da (mejor, que no da) para justificar de manera vaga la medida contra los medios iraníes. Según la plataforma, las cadenas internacionales violan sus normas. ¿Cuáles?
No especifican ninguna porque es elemental que no se trata de normas internas ni del cumplimiento de leyes nacionales. Por el contrario, es un atentado contra los derechos constitucionales y legales, y contra la jurisprudencia internacional.
Lo hacen porque quieren y pueden. Ante todo, lo hacen porque les conviene a las fuerzas e intereses revueltos de los que son arte y parte.
Ninguna hipocresía es desinteresada
Google ha recibido fuertes críticas por su participación en el proyecto Dragonfly (Libélula) con China. Lo irónico del asunto es que el gran terror gubernamental sobre los desarrollos de Google junto a las empresas chinas se basa en lo que ahora ellos mismos ponen en práctica. Ni más ni menos, las amenazas a la expresión y al control que ejercería el gobierno chino sobre su población.
Como si no fuera esa la actitud que llevan hasta la exacerbación las grandes corporaciones digitales occidentales. Y sus gobiernos, empezando por el de Estados Unidos.
A iniciativa comercial particular de las empresas mismas. O, más desdeñable, como es la generalidad, en confabulación con autoridades y organismos de inteligencia. Indudablemente, a conveniencia de las dos partes.
Ninguna hipocresía, desde luego, es desinteresada. Máxime, cuando lo que se computa no son las ganancias del mes ni del año. Lo subyacente de la trama es la definición del futuro y las supremacías en los campos que importan.
Y que a toda la humanidad, bien que sea renuente por desconocimiento, bien que sea indiferente por desidia, le concierne. Nos concierne a todos, para ser exactos.
Miedos y libertades
Cada vez es más probable (y quizás deseable) que en el mediano futuro sea una realidad la predicción del ex CEO de Google, Eric Schmitdt.
A finales del año anterior. el billonario ingeniero predijo que internet se dividirá en dos en una década. “Con una internet dirigida por China y otra dirigida por Estados Unidos” (Business Insider, 2018).
Las rivalidades desatadas entre ambas potencias pueden ser favorables para esta bifurcación de la red. Podrían ampliarse los espacios y amortiguarse la preeminencia de las actuales plataformas.
No es sólo eso. La necesidad está creada. A los productores de mensajes, al periodismo sensato e independiente, al igual que a los creadores reflexivos, se les estrechan los caminos frente a poderes que se consideran establecidos y únicos.
De otra parte, los ciudadanos inquietos, y los pobladores comunes y corrientes, empiezan a percatarse de la información llena de trampas que consumen. Y de las noticias minadas que ocupan el entorno comunicacional. Un escenario del cual se derivan decisiones rotundas para las relaciones y la vida.
La libertad de estar conformes
La misma razón por la que voces reveladoras, como las de HispanTV y PressTV, intentan ser acalladas y excluidas es la que hace que no puedan serlo. Y que, por el contrario, se mantengan y sean cada vez más poderosas.
Una razón que no es sino la fuerza de la libertad. Fundamental en lo económico, político, social, cultural. Y esencial en lo mediático.
El sistema le tiene pánico a la información libre. Ante las inseguridades de su hegemonía edulcora las estrechas libertades que nos son permitidas. Entre otras, diría Erich Fromm, la de estar conformes.
La libertad de estar conformes y la de ser sumisos. La libertad para estar callados y ser respetuosos. Ninguna sirve. Son, al fin y al cabo, paredones.
Bibliografía
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Ridgwell, Henry. (2019). Trump: «No sé nada acerca de WikiLeaks»; EE.UU. busca la extradición de Assange. Voz de los Estados Unidos de América – VOA. 12 de abril. En: https://www.vozdeamerica.com/a/trump-no-se-nada-acerca-de-wikileaks-estados-unidos-busca-la-extradicion-de-assange/4873706.html
(*) Juan Alberto Sánchez Marín ha estado vinculado con el canal HispanTV desde hace varios años.
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