Sigue la crisis en Colombia a 2 meses del Paro Nacional, y nada indica que la compleja situación vaya a mejorar próximamente.
Está claro que ninguna de las circunstancias que originaron la actual crisis ha cambiado. Todas y cada una de las reivindicaciones efectuadas por la sociedad colombiana siguen sin satisfacerse.
El Gobierno de Iván Duque retiró su propuesta de reforma fiscal, pero de inmediato empezó a trabajar en una nueva. Supuestamente, esta no contendrá los abusos de la recién retirada. Pero puedo asegurar que la nueva tendrá de nuevo apenas el nombre, y, si le extraen algún elemento, de seguro que lo reemplazarán con otro peor. Uno aún más nocivo.
Una salud sin acetaminofén
El presidente Duque retiró la reforma a la salud, pero ya viene otra pésima en camino. Entre tanto, las empresas prestadoras de salud, que son lo primero y no lo segundo, es decir, sólo empresas y no prestadoras de salud, ya ni suministran las pastillas de acetaminofén de diez centavos. Porque no. Porque a unos ciudadanos jodidos, pues es mejor joderlos más.
Reforma a la Policía. Algo que no es un embeleco sino una urgencia. Una institución desbordada, que es estimulada desde lo más alto en sus malas actuaciones. Que requiere borrón y cuenta nueva, y no un catecismo de bolsillo.
Como si con un cambio de color en el uniforme se lograra alguna transformación. La represión como que no duele tanto y mata menos si viste de azul y no de verde.
Autobombas y autobombos
Eso sí, de los tiempos de gobierno de su jefe, Álvaro Uribe, Duque desempolvó la moda de los autoatentados y los autobombas. Autobombas no tanto porque se trate de bombas puestas en un auto, sino porque son bombas puestas por los mismos a quienes van dirigidas.
Sobre el supuesto atentado contra Duque, ni qué decir. Todo indica que los disparos procedían del interior del avión. Claro, unos minutos después hallaron unas armas al parecer fabricadas, convenientemente, en Rusia, en Venezuela, en China, ah, o en Irán. Y ofrecen luego tres mil millones de pesos, casi un millón de dólares, por cualquier información al respecto.
Si no fuera por la calamidad implícita, esta burla haría reír bastante. Y si acaso el inconcebible suceso fuera cierto, mostraría el deterioro de la seguridad democrática de Duque, toda vez que ni él se salva de unos tiros de cauchera.
Dispuestos a deshacer el país
Muy poco o nada ha cambiado en esencia, pero sí se sedimentaron ciertas cosas, algunos asuntos. Por ejemplo, está quedando claro hasta qué punto Iván Duque, su Gobierno y su partido son capaces de llegar con tal de no perder un ápice del poder que requieren.
O sea, que están dispuestos a deshacer el país si eso les parece que puede darles algún rédito electoral, o electorero. En eso, este Gobierno es coherente con una frase que compendia lo que siempre ha sido la visión territorial de las perjudiciales élites criollas:
“Que se desbarate la patria, pero que no se nos toque la finca”. Lo que de nuevo queda claro.
Sigue crisis en Colombia a 2 meses del Paro
Consecuente con esa realidad, estamos ante un Gobierno que no dialoga ni dialogará. Que va a continuar reprimiendo la movilización social. Lo cual le plantea a la sociedad colombiana un futuro muy sombrío, con nuevas protestas y paros para las fechas próximas.
Ya hay un paro y movilizaciones convocadas para el 20 de julio. Las habrá el 7 de agosto, en septiembre, el 12 de octubre, en noviembre. De otra parte, entramos de lleno a la recta final de un año electoral. Elecciones para Congreso y elecciones presidenciales. Con todo lo bueno, lo malo y lo feo que eso implica para este país.
Así que sigue la crisis en Colombia a 2 meses del Paro, y seguirá. Muchas cosas no han cambiado porque Duque no ha permitido que cambien.
Pero hay otras que sí van a cambiar, por desgracia, porque van a empeorar. Más violencia, más muerte, más sangre, más represión. Es la fórmula gubernamental para afrontar la realidad del país.
El espanto no sabe a quien le sale
Ahora bien, a pesar del dolor que ese estado de cosas entraña, pese a la tragedia que esa crueldad gubernamental supone, ahí también yace la esperanza. Puesto que esa actuación demencial es un harakiri de Duque y su partido.
La sociedad colombiana les va a cobrar caro los abusos en las elecciones próximas. Porque el grueso de la población sabe bien quienes son los responsables, los causantes indiscutibles de la tragedia.
La gente sabe de sobra quiénes se disfrazan de civiles y disparan a matar. Quienes se infiltran en las movilizaciones, los bloqueos o los velatones. Y sabe bien que lo hacen con el fin exclusivo de generar anarquía, desacreditar la protesta social y culpar a los opositores.
La gente sabe que detrás de la charada mediática y de los discursitos de Iván Duque hay una estrategia rencorosa, perversa, para diseminar miedo, terror, hastío y cansancio en la población.
La comunidad internacional
Eso que yo llamo la entelequia de la comunidad internacional sí puede hacer mucho. Digamos, ejerciendo una presión fuerte y directa contra un Gobierno abusivo y violador de los derechos humanos, como es el caso del colombiano.
Si llegara en verdad a hacer eso, a ejercer una presión frontal contra Duque, esa comunidad cuando menos sería coherente con sus pregones. Como aquel de que detrás de esa comunidad hay reales afanes de justicia y democracia, y alguna preocupación por la defensa de los derechos humanos.
Mejor dicho, yo me daría por bien servido si esa comunidad internacional dejara a un lado, por algunos momentos, la doble moral que la distingue.
Que ejerciera contra Iván Duque y su atroz Gobierno un poquito, una pizca de la presión malintencionada que ejerce contra los Gobiernos que no le gustan. Mejor dicho, aquellos que no le convienen a sus intereses económicos.
Responsables precisos: Uribe y Duque, y su partido
Ningún país, en tan poco tiempo, en ninguna parte, registra las cantidades escandalosas de jóvenes muertos, malheridos; mujeres violadas; manifestantes desaparecidos y descuartizados. O de jóvenes infamemente acusados por participar en las protestas ciudadanas.
Y, que, de modo paralelo, alcanza las elevadas cifras de masacres en los campos, y la matazón de indígenas, campesinos, líderes sociales y comunitarios.
Detrás de toda esa barbaridad existe un responsable preciso, definido, que es el actual Gobierno colombiano, encabezado por los señores Álvaro Uribe e Iván Duque. Al igual que un partido, el Centro Democrático, de ultraderecha y fanático, atestado de fichas peligrosas, siniestras.
Y toda una serie de tipos poderosos y prestantes, de los ámbitos financiero, empresarial, industrial y terrateniente, que le dan forma a toda clase de alianzas criminales.
De paramilitares, narcotraficantes y corruptos; de minería legal e ilegal; de agroindustrias y multinacionales. O de opulentas religiones o credos de garage. En fin, es un bestiario delincuencial demasiado largo y bastante malvado.
El acuerdo vuelto trizas
Ojalá que los países que tanto condenan, sitian, atacan a gobiernos que están muy lejos de cometer las atrocidades que comete el colombiano, tuvieran un tris de ética.
Si esos países ejercieran una presión real y no discursiva contra Duque y sus matones, es probable que el presidente pensaría dos veces antes de dar las órdenes temerarias que da contra la población.
Y es muy probable que empezara a recoger del basurero algunos pedazos del acuerdo de paz que volvió trizas.
En la mira: elecciones 2022
Hay algo concreto que la comunidad internacional puede hacer si de verdad quiere detener las masacres y los asesinatos en Colombia. Es preocuparse desde ya por velar porque las elecciones del próximo año se desarrollen de manera democrática.
Porque los asesinatos que ahora comenten, impulsan y ampara quienes sabemos apuntan a incidir en ese proceso electoral. Lo hacen matando líderes, amenazando dirigentes y destrozando las bases políticas de cualquier movimiento opositor.
Le apuntan a los ciudadanos, matan colombianos, y en la mira tienen las elecciones de 2022.
Referencia
Entrevista en «El Porqué de las Noticias», de HispanTV (emisión: 29 de junio de 2021):